lunes, 4 de enero de 2010

Babbitty Rabbitty y su Muñón Carcajeante

Babbitty Rabbitty y su Muñón Carcajeante



Hace mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un rey muy tonto que decidió que debería tener poderes mágicos por sí mismo.

Por consiguiente, él mismo comandaba a la cabeza de su ejército para formar una Brigada de Caza-Brujas, y les dio una manada de feroces perros negros. Al mismo tiempo, el rey hacía proclamaciones que debían ser leídas en todas las villas y pueblos del país: “A petición del Rey: se busca un Instructor de Magia.”

Ningún mago o buja real se atrevería a ofrecerse como instructor, pues todos estaban escondidos de la Brigada Caza-Brujas.

Aún así, un charlatán sin el menor poder mágico vio una oportunidad de enriquecerse, y llegó al palacio, jactándose de ser un mago con enormes habilidades. El charlatán presentó algunos trucos simples que convencieron al tonto rey de que él tenía poderes mágicos, e inmediatamente fue nombrado Gran Hechicero en Jefe, el Maestro de Magia Privado del Rey.

El charlatán ordenó al rey darle un saco de oro, para poder conseguir varitas y otras necesidades para hacer magia. Él también solicitó varios rubíes grandes, para usarlos en hechizos curativos, y uno o dos cálices plateados, para guardar y madurar las pociones. El tonto rey le concedió todas éstas cosas.

El charlatán escondió el tesoro de forma segura en su propia casa y regresó a los terrenos del castillo.

Él no sabía que estaba siendo observado por una anciana que vivía en una casucha a los límites de los terrenos. Su nombre era Babbitty, y ella era la sirvienta que mantenía el palacio limpio fragante y blanco. Asomándose detrás de las sábanas, Babbitty vio al charlatán arrancando dos ramitas de uno de los árboles del rey, y desaparecer entrando al palacio.

El charlatán le dio una de las ramitas al rey y le aseguró que era una arita con un impresionante poder.

-De todas formas, sólo funcionará, -dijo el charlatán –cuando usted valga la pena para ella.

Cada mañana el charlatán y el tonto rey iban a los terrenos del castillo, donde agitaban sus aritas y gritaban cosas sin sentido hacia el cielo. El charlatán era cuidadoso al preparar trucos nuevos, para que el rey siguiera convencido de las habilidades del Gran Hechicero, y del poder de las poderosas varitas que habían costado mucho oro.

Una mañana, mientras el charlatán y el tonto rey agitaban sus ramitas, y brincaban en círculos, y cantaban tarareos sin sentido, una ruidosa risotada llegó a los oídos del rey. Babbitty, la sirvienta, estaba viendo al rey y al charlatán desde la ventana se su pequeña cabaña, y se reía tan fuerte que cayó fuera de vista, muy débil para permanecer de pie.

-Debo verme muy indigno, para hacer a esa anciana sirvienta reír así –dijo el rey. Quien cesó sus saltos y sus movimientos con la varita, y frunció el ceño – ¡Me cansé de practicar! ¿Cuando estaré listo para presentar hechizos reales frente mis súbditos, Hechicero?

El charlatán intentó calmar a su pupilo, asegurándole que pronto sería capaz de hacer increíbles actos de magia, pero los ruidos que hacía Babbitty habían provocado al tonto rey más de lo que el charlatán sospechaba.

-Mañana, -dijo el rey –invitaremos a la corte para presenciar a su rey haciendo magia.

El charlatán vio que era el momento de tomar su tesoro y desaparecer había llegado.

-¡Oh! ¡Su Majestad, eso es imposible! He olvidado decirle a Su Majestad que debo ir en un largo viaje mañana…

-¡Si dejáis este palacio sin mi permiso, Hechicero, mi Brigada de Caza-Brujas os cazará con sus perros! Mañana en la mañana me asistiréis a presentar el acto de magia frente a los señores y sus esposas, y si una sola persona se ríe de mí, ¡Os cortaré la cabeza!

El rey se precipitó hacia el palacio, dejando al charlatán solo y asustado. Ni su astucia podría salvarlo ahora y no podía huir, y menos podía ayudar al rey con su magia pues ninguno de los dos la sabía.

Buscando una salida para su miedo y su enojo, el charlatán se acercó a la ventana de Babbitty la sirvienta. Espiando lo que había adentro, vio una anciana sentada a su mesa, puliendo una varita. En una esquina tras ella, las sábanas del rey se lavaban solas en una palangana de madera.

El charlatán se dio cuenta que de Babbitty era una bruja verdadera, y ella quien le había causado éste problema, podría resolverlo.

-¡Bruja! –rugió el charlatán -¡Tus risotadas me han costa mucho! ¡Si fallas al ayudarme, os delataré como bruja, y seréis vos quien estará siendo perseguida por los perros del rey!

La vieja Babbitty le sonrió al charlatán, y le aseguró que haría todo lo que estuviera en sus manos para ayudar.

El charlatán le dijo que se escondiera en un arbusto mientras el rey daba su demostración de magia, e hiciera los hechizos del rey sin que él se diera cuenta. Babbitty aceptó el plan, pero preguntó una sola cosa.

-¿Qué pasa, señor, si el rey intentare hacer un hechizo que Babbitty no puede hacer?

El charlatán se mofó.

-Vuestra magia es más grande que la imaginación de ese tonto rey –le aseguró a ella, y se retiró al castillo, muy complacido de su astucia.

A la mañana siguiente, todos los señores y sus esposas del reino se reunieron en los terrenos del castillo. El rey trepó a una tarima frente a ellos, con el charlatán a su lado.

-¡Primero desapareceré el sombrero de esta dama! –gritó el rey, apuntando con su ramita a la noble.

Entre un arbusto cercano, Babbitty apuntó su varita hacia el sombrero, y lo hizo desaparecer. La multitud se asombró y se admiró, y aplaudieron ruidosamente al rey.

-¡Ahora, haré a ese caballo volar! –gritó el rey, apuntando su ramita hacia su corcel.

Desde el arbusto, Babbitty apuntó su varita hacia el caballo y éste se elevó alto en el aire.

La multitud se quedó aún más asombrada y asustada y gritaron su aprecio hacia su mágico rey.

-Y ahora –dijo el rey, mirando alrededor buscando una idea; y el Capitán de su Brigada de Caza-Brujas corrió hacia él.

-¡Su Majestad, -dijo el Capitán –esta misma mañana, Sabre murió comiendo setas venenosas! ¡Devolvedle la vida, Su Majestad, con vuestra varita!

Y el Capitán lazó en la tarima el cuerpo sin vida del más grande de los perros caza-brujas.

El tonto rey blandió su ramita y apuntó hacia el perro muerto, pero dentro del arbusto Babbitty sonrió y no se molestó en alzar su varita, pues ninguna magia podía levantar a los muertos.

Cuando el perro no se movió, la multitud empezó a susurrar, y luego a reír. Sospecharon que los primeros dos trucos del rey habían sido sólo trucos después de todo.

-¿Por qué no funciona? –gritó el rey al charlatán, quien se acordó de su última escapatoria.

-¡Ahí, Su Majestad, ahí! –Gritó apuntando hacia el arbusto donde estaba Babbitty ocultándose - ¡La veo claramente, una bruja malvada quien está bloqueando vuestra magia con hechizos malévolos! ¡Atrapadla, alguien, atrapadla!

Babbitty huyó del arbusto, y la Brigada de Caza-Brujas fue tras ella, soltando sus perros, quienes aullaban por la sangre de Babbitty. Pero tan pronto como logró alcanzar una pequeña seta, la pequeña bruja desapareció de la vista de todos, y cuando el rey, el charlatán, y todos los cortesanos corrieron al otro lado, encontraron a los perros caza-brujas ladrando y escarbando alrededor de un viejo y doblado árbol.

-¡Se ha transformado en un árbol! –gritó el charlatán, y, temiendo que Babbitty se transformara de nuevo en una mujer y lo delatara, añadió -¡Cortadla, Su Majestad, ésa es la forma de matar brujas malvadas!

Un hacha fue traída, y el viejo árbol fue cortado y los cortesanos y el charlatán vitorearon.

De igual forma, mientras se alistaban para regresar al palacio, el sonido de una ruidosa carcajada los detuvo.

-¡Tontos! –gritó la voz de Babbitty desde el muñón que habían dejado atrás.

-¡No existe mago o bruja que pueda ser matado siendo cortado por la mitad! ¡Tomad el hacha, si no me creéis, y cortad al Gran Hechicero en dos!

El Capitán de la Brigada de Caza-Brujas estaba ansioso por intentar el experimento, pero en cuanto alzó el hacha el charlatán cayó sobre sus rodillas, suplicando piedad y confesando sus maldades. Mientras el charlatán era arrastrado hacia las mazmorras, el muñón del árbol reía aún más fuerte que nunca.

-¡Por haber cortado una bruja a la mitad, habéis desatado una terrible maldición sobre vuestro reino! –dijo el muñón al petrificado rey -¡De ahora en adelante, todo intento de daño hacia mis compañeros magos y brujas lo sentiréis como un hachazo en vos, hasta que deseéis morir por ello!

Ante ello, el rey cayó sobre sus rodillas también, y le dijo al muñón que haría una proclamación protegiendo a todos los magos y brujas del reino, y permitiéndoles practicar su magia en paz.

-¡Muy bien, -dijo el muñón –pero no habéis ofrecido nada a Babbitty aún!

-¡Lo que sea! –gritó el tonto rey, entrelazando sus manos frente al muñón.

-¡Levantaréis una estatua de Babbitty para mí, en memoria de tu pobre sirvienta, y para recordaros para siempre de vuestra propia estupidez! –dijo el muñón.

El rey accedió sin titubear, y prometió llamar al mejor escultor del país, y hacer la estatua de oro puso. Luego el avergonzado rey y toda su corte regresaron al palacio, dejando al muñón riéndose detrás.

Cuando los terrenos del castillo quedaron solitarios de nuevo, las raíces del muñón empezaron a retorcerse abriendo un agujero entre ellas del cual salió un viejo conejo con una varita prensada entre sus dientes. Babbitty brincó fuera de los terrenos y muy lejos, y la estatua de oro de la sirvienta quedó frente al muñón, y ningún mago o bruja fue perseguido en el reino nunca más.




Cuento original de J.K. Rowling.
Traducido de su versión original en inglés.

Esto no es una imitación del trabajo de J.K. Rowling. Es sólo una facilitación para todas las personas que no tienen en su país la versíon traducida de éste cuento a la venta (si es que existe).
Es contra la ley usar esta traducción para fines comerciales.
Disfrútenlo =D

2 comentarios:

  1. Qué paciencia para traducir estos cuentos!!!
    Muy buen trabajo!!

    Saludos ^^

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  2. jaja me encanta hacerlo! gracias!

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